¿Nuevo Gobierno, nueva reforma
educativa? Eso pareció dejar claro la nueva ministra de educación, Isabel Celaá,
este pasado mes de julio cuando anunció la intención del Gobierno por ampliar
la reforma de la LOMCE con la mayor brevedad posible.
Si te interesa el rumbo de la ley
educativa y la necesidad por lograr un nuevo pacto educativo sigue leyendo y
comenta.
La educación española está caracterizada
por tener una de las tasas de abandono escolar más altas de la UE, una elevada
tasa de repetición, escasos resultados académicos, baja motivación del
profesorado y una escasa adaptación del sistema educativo a la realidad social
y económica. Estos problemas que presenta la educación en nuestro país, y que
han sido apuntados repetidamente por informes educativos elaborados por la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económica y el Ministerio de
Educación, han tratado de ser solventados a través de una cantidad desorbitada
de reformas con escasa brevedad de tiempo entre ellas, creando confusión entre
los agentes implicados por la falta de margen dado para llevarlas a la práctica
y evaluar sus resultados.
En los últimos treinta y cinco años la
educación ha sido testigo de hasta un total de once leyes educativas elaboradas
por los poderes públicos, mostrando la debilidad del sistema educativo. Modificar
la educación es un asunto controvertido por la carga ideológica involucrada y
sus consecuencias sobre el modo de construirse la sociedad. Es por ello por lo que se necesita encontrar
un pacto educativo que libre a la educación y los agentes implicados en la
misma de los vaivenes políticos, otorgando estabilidad y reforzando el sistema.
Destacando la perspectiva de las cuatro
fuerzas mayoritarias podemos encontrar en un lado de la balanza el modelo
defendido por el Partido Popular y Ciudadanos, sobreponiendo la libertad de
enseñanza al derecho a la educación, la calidad de la enseñanza a la equidad en
las aulas y el carácter individualista y privatizador al colectivista y público,
y al otro lado el modelo planteado por el Partido Socialista y Podemos,
sobreponiendo los valores contrarios.
Las verdaderas dificultades comienzan
cuando pensamos en las cuestiones fundamentales que deben de estar recogidas en
el pacto educativo, y que responden a preguntas como: ¿Qué educación queremos?
¿Qué valores deben de transmitirse? ¿Buscamos una educación exclusiva y que
promueva la competitividad o una inclusiva que promueva la igualdad?
En primer lugar, los recursos utilizados
para la mejora educativa deben ser entendidos como una inversión en lugar de
como un gasto. Nuestro país ocupa el quinto puesto por la cola en el gasto
público destinado como porcentaje del Producto Interior Bruto a educación. Por
tanto, un punto fundamental que debe de estar recogido en el pacto es la subida
de los recursos públicos destinados a esta partida, pasando del 4.1 por ciento
(dato de 2015) a la media comunitaria del 4.5 por ciento.
En segundo lugar, las decisiones
educativas deben estar tomadas por la participación conjunta del profesorado,
la comunidad educativa y los poderes públicos. La toma de decisiones educativas
gestadas herméticamente y únicamente desde arriba debe ser sustituida por un
proceso abierto y de reflexión colectiva.
En tercer lugar, los planes de estudios
de la profesión docente deben ser revisador para regular la formación y el
acceso a la carrera de docente independientemente del nivel educativo y tipo de
centro en el que ejerza su actividad (defendido por el presidente del sindicado
docente ANDE, Nicolás Fernández Guisado). La labor del docente requiere de un
aprendizaje continuo, y para ello necesita adquirir conocimientos específicos,
actualizarlos y saber difundirlos.
En cuarto lugar, la educación debe
considerarse un derecho universal como recoge la Constitución en su artículo
27. La escuela pública de calidad debe potenciarse para garantizar que la
disparidad de condiciones económicas y sociales no tenga repercusión sobre el
acceso a la educación.
En quinto lugar, la educación debe
formar ciudadanos activos y libres, desarrollando competencias y destrezas en
aquellas materias relacionadas con las humanidades, las ciencias y el arte. El
intenso periodo de crisis económica y la alarmante tasa de desempleo no pueden
ser utilizadas para proponer materias que adapten el sistema educativo a la demanda
del mercado de trabajo (defendido por el ex-ministro de educación Ángel
Gabilondo).
Ahora bien, ¿hasta qué punto se puede
ceder? El pacto educativo no puede ser un acuerdo de pactar por pactar, sino
que debe resolverse a través de un consenso, analizando adecuadamente los retos
educativos para mejorar la sociedad presente y futura. Una sociedad que demanda
evidentemente un pacto articulado y encauzado para la formación de ciudadanos.
Pero, ¿existe una verdadera intención por parte de los poderes públicos para
llevarlo a cabo?
¿Interesante? Deja tu comentario con los
puntos más importantes que consideres que debe de tener el pacto educativo
logrado.
¡Muchas gracias por escribir esta entrada! Me encanta cómo has sintetizado todos los puntos. ¡Por fin alguien que habla de este tema sin dar rodeos! El punto que más importante me parece es el número dos. ¿Cómo pueden tomar las decisiones educativas una persona que jamás ha estado en una clase? Espero que esto pueda cambiar en un futuro...
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con esta reflexión. Por muchas más como esta. La política controla la educación, pero ¿a qué precio?
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