¿Cómo podemos reincorporar en el sistema
educativo a los estudiantes que han sido excluidos por el sistema tradicional?
Anímate a seguir leyendo para conocer el documental “Un pulso al fracaso” y los
métodos de las escuelas de segunda oportunidad para que esos adolescentes
puedan tener una oportunidad de futuro.
Uno de los principales retos a los que
se está enfrentando la educación en nuestro país es la alta tasa de abandono
escolar entre los jóvenes, que continúa siendo la segunda tasa más alta de toda
Europa.
Nuestro actual sistema educativo está
diseñado para recompensar a los alumnos con mejores calificaciones, primando
los contenidos curriculares en las aulas. Cuando un estudiante no puede alcanzar
el rendimiento escolar esperado para su edad, el sistema le expulsa sin prestar
atención a sus dificultades cognitivas y problemas personales.
Es aquí cuando actúan los centros de
segunda oportunidad, que buscan devolver la autoestima a los jóvenes que no
tienen esperanza en ellos mismos. Este tipo de centros, entre los que se
incluye la fundación Tomillo, atienden a estos alumnos de una forma
complementaria a la académica, tratando de encauzar sus vidas en un mundo
laboral en el que parten con menos oportunidades.
Para ello, la fundación cuenta con un personal
comprometido y compuesto de profesores, orientadores y psicólogos que priorizan
al individuo y su entorno personal sobre los objetivos curriculares,
defendiendo la necesidad por conocer la situación personal que rodea al alumno
para poder impartir clases.
El sistema tradicional busca el
funcionamiento del grupo pero, a medida que la dificultad de los contenidos
académicos aumenta, lograr la equidad académica entre los integrantes del grupo
requiere de una atención que, de no producirse a tiempo, acaba descolgando a
los alumnos más lentos del sistema, apareciendo el fracaso escolar. Los
problemas socio-familiares y económicos que sufren estos alumnos les acaban
conduciendo a puestos de trabajo de baja o nula cualificación, que cada vez son
menos.
Es por todo ello por lo que se está
demandando actualmente la necesidad de poner mayor atención a la diversidad y
las adaptaciones curriculares para estos alumnos con necesidades educativas
especiales. De no producirse esta atención, el problema se agrava y mayor
dificultad existe para reconducir al alumno al itinerario académico,
produciéndose una desvinculación entre sus necesidades y el entorno escolar.
Pero el fracaso escolar no es sólo un
suspenso, detrás de esto se encuentran personas con baja autoestima, inseguras,
frustradas, poco motivadas para aprender y que terminan por convertirse, últimamente,
en un eslabón débil del sistema.
Los centros de segunda oportunidad, como
la fundación Tomillo, son conscientes de las consecuencias sociales y
personales del fracaso escolar para los alumnos, tratando de reorientar su
formación y potenciar sus aptitudes a través de talleres que les ayuden a tener
una opinión más favorable sobre ellos mismos. Las clases están adaptadas para
orientar los conocimientos a la vida real, permitiendo al alumno crear un mejor
concepto de sí mismo y desarrollar habilidades para trabajar individual y
colectivamente.
Respecto a las actitudes de estos
jóvenes ante la segunda oportunidad que se les está ofreciendo, la experiencia
dice, y así lo manifiesta Luis María López-Aranguren, director de actividades
pedagógicas de la fundación Tomillo, que “estos chavales, cuando se les acerca
un adulto y les dice <<tú puedes y vamos a hacerlo juntos>> cambia
radicalmente”. La flexibilidad y la cercanía se transforman en claves para
recuperar a esos alumnos desligados del sistema, contando con un apoyo que no
habían tenido hasta ahora.
Este conocimiento sobre las limitaciones
del sistema tradicional para lograr la equidad en las aulas y asegurar el éxito
educativo y compromiso de todos los alumnos con independencia de sus ritmos de
aprendizaje, nos hace preguntarnos los métodos que pueden ser utilizados por
los docentes para suplir este déficit.
Partiendo de la situación educativa
actual en la que el profesorado cuanta con un gran número de alumnos por aula y
falta de medios para atender de forma individualizada a aquellos que presentan
unos ritmos de aprendizaje más lentos por cuestiones socio-familiares, se
vuelve prioritario acudir a métodos que logren crear un vínculo entre los
intereses de los alumnos menos aventajados y su entorno educativo.
Para ello, los docentes pueden acudir a
las actividades complementarias para desarrollar la colaboración entre
alumnos, aprender el valor del trabajo
en equipo y mejorar su sentimiento de aceptación gracias al apoyo del grupo. Actividades
tales como obras teatrales y excursiones y talleres sobre cocina, identidad y
electricidad han sido algunas de las mostradas en el documental para ayudar a
los alumnos a tener un mejor concepto de sí mismos y de sus destrezas.
Este tipo de ideas, que permiten no
limitar la escolarización a conocimientos académicos, pueden ser algunos de los
métodos que pueden ponerse en práctica para permitir al estudiante una
vinculación con su entorno educativo tanto emocional como, además,
académicamente al poder ver en la práctica parte de los contenidos del aula en
la vida real.
¿Qué otros métodos se te ocurren para
frenar el fracaso educativo en las aulas? Déjame tu comentario.
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