Hoy en día, la principal crítica de los
jóvenes con la educación es que la escuela es aburrida. Pero, ¿podemos
realmente culparles por tener esa idea?
Las escuelas no han cambiado
significativamente su organización general desde principios del siglo veinte,
manteniendo el mismo código no escrito que trata de inculcar el sistema y que
debes cumplir para encajar.
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Todos los
alumnos de las aulas están divididos en función de su edad
-
Las tareas que
se realizan por los alumnos son iguales, independientemente de su nivel o de
sus habilidades
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Se utilizan las
mismas herramientas para aprender, que tienden a reducirse a los libros de
texto
-
Siguen el mismo
currículo, siendo el profesor quien traza el camino marcado desde arriba
-
Debe darse la
misma respuesta, considerada como la válida y verdadera, para cada pregunta
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Se debe
permanecer dentro de la clase callado y sentado correctamente
-
Hay que
permanecer atento y concentrado en las explicaciones
No ha sido probado que estas reglas
mejoren los resultados de los jóvenes, simplemente se siguen por tradición,
desplazando a todas aquellas personas que no encajen dentro de esos estándares
de comportamiento.
Las consecuencias que se derivan de
ellas es el descenso de la motivación de los alumnos, que demandan que el
modelo les tenga en cuenta y no les trate de forma homogénea.
Como futuros docentes tenemos que
preguntarnos a nosotros mismos por qué está sucediendo eso y cómo podemos
solucionarlo.
Respecto a la primera pregunta, las
causas de esas reglas y la pérdida de motivación han sido consecuencia de unos
líderes políticos que han favorecido medidas educativas que tratan a los
alumnos uniformemente. Por ello, debemos demandar a esos líderes que las
medidas, en primer lugar, estén centradas en cada persona y en su proceso de
aprendizaje como individuos con características e intereses concretos y, en
segundo lugar, vuelvan a vincular el juego con el proceso de aprendizaje.
Respecto a la segunda pregunta, podemos
modificar los objetivos en las aulas para mantener la motivación de nuestros
alumnos y sus ganas de seguir aprendiendo. Ahora la pregunta es cómo podemos
conseguirlo.
¿Sabes qué tienen en común los videojuegos
y reunirse con el grupo de amigos? Ambas tienen tres puntos en común que
inciden en la motivación de las personas.
1-
La curiosidad.
Tanto en un videojuego como tus amigos los temas que se tratan hacen que
quieras conocer más
2-
El control.
Ambos te proponen desafíos que a medida que se superan te refuerzan
3-
El trabajo en
equipo. Las dos situaciones permiten la socialización
Para conseguir que se produzca ese
cambio en el nivel de motivación de los jóvenes, debemos incorporar esos tres
puntos en comunes a las aulas. Para ello, debemos asegurar que nuestra labor
incorpore cumplir tres objetivos, uno por punto en común.
1.
Garantizar el
entendimiento. Cuando un alumno no entiende el contenido del conocimiento que
le queremos transmitir le acaba generando frustración, que le lleva a
desinteresarse por el tema. En su lugar, tenemos que asegurar que los
conocimientos queden claros para que, en función de sus intereses, pueda
profundizar en ellos
2.
Inducir a la reflexión. Los alumnos deben
tener claro porqué están estudiando una determinada materia y su utilidad para
sus necesidades. De esa forma se enfrentarán a los planteamientos de esa
materia de forma activa
3.
Introducir
trabajos en grupo. Gracias a la cooperación entre alumnos pueden encontrar
puntos de interés similares y aprender los unos de los otros
De cumplirse estos tres objetivos los
alumnos mejorarían su opinión respecto a la escuela y su motivación para
enfrentarse a los estudios. ¿Se te ocurre algún otro punto importante para
conseguirlo? Déjame tu comentario
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